El mundo globalizado e interconectado nos ha traído recursos tecnológicos que están transformando la sociedad, normalmente, para bien. La desgracia es que la crueldad logra incrustarse en el tejido social, también cuando los individuos prolongan sus capacidades haciendo uso de las nuevas tecnologías (el 95% de los escolares entre 10 y 18 años dispone de teléfono móvil y navega por Internet). Se recordará la perversa naturaleza del fenómeno del acoso escolar, un ejemplo específico de agresividad injustificada que anida en las redes de iguales (bullying), bajo la protección de la ley del silencio de los que, sin ser los perpetradores, miran para otro lado y a veces jalean al agresor.
Pues bien, la combinación de las nuevas competencias tecnológicas y la crueldad que puede anidar en la red de iguales da lugar a nuevas y sofisticadas formas de violencia. El cyberbullying se presenta a partir de dos vías: Internet (e-mail, salas de chat, mensajería instantánea) y el teléfono móvil (SMS, MMS ofensivos, denigrantes, amenazadores). Son espacios virtuales donde se hostiga, injuria, amenaza, cuando no se prepara la agresión física o sexual definitiva. A ello se suma el uso de la cámara para hacer grabaciones clandestinas que luego se difunden.
Se trata de fenómenos de violencia injustificada, sostenida en un sistema de redes de relaciones articuladas bajo el esquema dominio-sumisión. No es un accidente, ni una agresión puntual, es la expresión de una moral perversa que permite al agresor (agresora en este caso) sostener su impunidad en el coro de público afecto. Es la forma más cruel de cyberbullying, el llamado happy-slapping (divertirse abofeteando). Uno de cada cuatro adolescentes ha provocado o padecido ciberbullying, la mayoría de forma leve. La agresión a una menor en Colmenarejo es una forma muy grave. Que la víctima sea de origen ecuatoriano no debería llevarnos a equívoco: lo grave es la crueldad ejercida. La xenofobia -si la hubiera- sólo sería otra expresión de este problema.
Rosario Ortega, catedrática de Psicología en la Universidad de Córdoba y experta en acoso juvenil.
Fuente: http://www.elpais.com/
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